martes, 14 de agosto de 2012

Vendiendo Pos tales


Ni bien estuvimos instalados en el nuevo hostel, Tola (que seria mas catastrófico que el primero pero todavía no lo sabíamos) hice el intento que siempre hago con el agua de la canilla cuando me dicen que es potable. Los argentinos dicen que es mala, monk y pum le ponían pastillas potabilizadoras, pero los bolivianos la toman y yo ya sabia como quien quería ser. El único lugar en el mundo en el que mi cuerpo no pudo con el agua fue en la península de yukatan, mexico; donde la gente no solo toma agua mineral, si no que también lava las verduras y se lava los dientes. Yo tanto caso nunca hoce, pero si deje de lavar las verduras cuando me dijeron que el agua era malísima, que para eso no las lavara; y porque a mi amiga le dio salmonela. Cuestión que no me gusta pagar por el agua ni subestimar las defensas de mio cuerpo que siempre esta mas ansioso que yo por conocer lo diferente. El gusto del agua en la paz era dulce y normal, asique la tome con confianza esa tarde antes de salir a pasear. Para  mi sorpresa me dio cagadera a los 20 minutos generando así  un nuevo record. A pum le paso lo inverso con la comida del mercado central, asique esa tarde fuimos los tres estados: solido (monk que no le había pasado nada) liquido y gaseoso.
Con la felicidad que caracterizaba nuestra condición de turistas en la paz, después de 2 litros del exquisito licuado de todas las frutas que tenia a la mano marisol en su mercado (y después de que yo tomara mis religiosos veinte minutos de mate mirando la pared para que me empiece a llegar aire al cerebro) fuimos a pasear a un parque elevado mirador de la ciudad. En el camino intentamos varias veces, en varios puntos de información al turista, que alguien nos señalara los museos en el mapa. En un momento pasamos por un edificio de lo mas lujoso que decía no sé que de turismo y nos despacharon porque ya era la hora de comer, pero nos indicaron donde si podíamos ir para que alguien nos lo marque.
Llegamos al parque, caminamos por todo el mirador y después de innumerables fotos para el enojo de mon, se me ocurrió tomar café y mientras trataba de bajar unas escaleras para cruzar la calle y llegar a la tienda del café, sentí que a unos dos metros detrás mio ladraban unos perros. Amo a los perros con todo mi ser, pero también les tengo miedo porque me han mordido varios; justamente por eso me he informado bastante y bien tranquila estaba porque no les estaba invadiendo su territorio, y porque perro que ladra no muerde. Mentira total, eso y todo el conocimiento occidental, los dichos populares y la puta que los pario. Uno de los perros, el blanco, me mordió mi pantorrilla. Hice gesto de atacarlos y se fueron. Cuando llegaron los pos a ver que me había pasado yo estaba sentada concentrándome en la respiración para que no me bajara la presión del dolor y los perros me ladraban desde la vereda de enfrente. Se cagaron de risa y un poco yo también y enseguida me desinfectaron con alcohol en gel del botiquín de primeros auxilios que siempre cargaban. Con el ardor del alcohol en sangre no pude evitar acordarme de la psicóloga y de todas las veces que quise tratar el tema del miedo a los perros en diván, pero los psicoanalistas son psicoanalistas y si no se trata de bardear a la madre no les interesa, asique ahí estaba yo, sentada, mordida, ardida, sobresaltándome cada vez que se me acercaba un perro y con una responsable con la cual enojarme al volver.
Después de un rato mon se encargo de ir por el café y pum empezó a sacar fotos, conforme su pasión por documentar las cosas y su profesión de bibliotecólogo (quien sabe bajo que criterios las ordenara). Me  saco una a mi, a mi cara, a mi pierna, a la escalera, a los perros que seguian ladrando desde enfrente y a su amado po que volvía con el café. Paso un policía y le conté lo que había pasado para que hiciera algo con los perros que seguían ahí, intentando atacar a todo lo que se les cruzaba por delante. El rati me miro y se tomo el teleférico.
Si bien estoy vacunada contra todo, porque antes de salir de mardel los médicos se encargaron de asustarme lo suficiente con respecto a los males de los lugares pobres como para que me dejara vacunar, y aun confiando en el alcohol en gel que se ha convertido en la cura de todos los males y que también sirve para prender fuego, preferí ir a una salita para quedarme tranquila.
En la salita de la solidaridad fui prácticamente una de las únicas que atendieron, porque estaban de paro y en huelga de hambre. El lugar estaba lleno de carteles explicando las razón y de bolivianos furiosos porque no recibían atención. Resulta que evo había sacado un decreto de lo mas desafortunado en el que les aumentaba la jornada de trabajo y extendía la responsabilidad medica a los estudiantes que estaban haciendo las practicas para recibirse. En eso tenían razón, pero también aprovechaban para pedir mas presupuesto y que se devuelvan a cuba los miles de médicos cubanos que conforme convenios de solidaridad internacional v   
Van a prestar servicio a países a cambio de alojamiento y comida. Ese fue mi primer contacto con el sistema de salud bolivianos y con el descarado fascismo de la gente. Una boliviana con pretensiones de belleza me pidió perdón por los servicios que no me podían prestar en esa ciudad tan salvaje, y nos recomendó que fuéramos a santa cruz, que ahí todo es mejor y que los chicos iban a encontrar mujeres hermosas para mirar. Yo le dije que estaba de acuerdo con el paro y con que a gente proteste si lo cree necesario y los chicos le dijeron que eran gays pero que las cholas les parecían hermosas. Ella mantuvo su sonrisa y con calma les conto que era racista, que odiaba a los indígenas y a las cholas y que por eso se había ido a vivir a santa cruz, aunque no fuera blanca. Me contaron después, porque ahí ya me habían llamado para atenderme.
Complete miles de formularios y me anunciaron que debían limpiarme, desinfectarme y vacunarme. Les deje hacer los dos primeros, depués de pagar 7 bolivianos de insumos y les dije que no era necesario porque ya estaba vacunada. No me creyeron y me querían vacunar igual, hasta que una enfermera aprovechando la confusión me dijo que si era verdad que estaba vacunada huyera. Con semejante consejo se gano toda mi confianza, salí de la salita a escondidas, hice seña a los pos y huimos.
Sali rengueando mas de lo que había entrado por los raspados con esos cepillos durísimos y porque no se contentaron con sacarme toda la piel de la mordedura, si no que también rasparon y desinfectaron todas las cascaritas de picaduras que tenia al rededor. Entre con dos agujeros de colmillos y salí como con siete.
Como a los pos no les había pasado nada y estaban ansiosos de aventuras, insistieron en ir al lugar que nos habían dicho que fuéramos para que nos señalaran los museos en el mapa: el viceministerio de turismo de la nación. Obviamente me parecía un absurdo y además me dolía la pierna, pero ellos estaban demasiado entusiasmados como para negarme. Le contamos la situación a la milica de la entrada que sonrió y en clara venganza por las jerarquías, nos dejo pasar e indico el piso, previo detector de metales. Los pos estaban fascinados y sacaban fotos, yo estaba contenta de haber entrado a donde no se supone que uno este, pero no tenia ganas de que me echen, que era lo que suponía que iba a pasar. Me sentía como sancho (con la panza hinchada por el estado liquido y la pierna por el raspaje) legitimándoles la locura a los quijotes. Saliendo del ascensor nos encontramos con la segunda milica, mucho mas seria, pero en vez de echarnos nos retuvo los pasaportes y nos indico donde y con quien hablar. Otra vez estaba en cuadro de dali y no me acordaba en que momento había entrado.
Llegamos a una sala gigante, llena de oficinistas en silencio y súper bien vestidas y los pos me indicaron que como yo tenia experiencia con burócratas me correspondía hablar. Bufe pero ya era demasiado tarde para una retirada. Alzo la cabeza la señora del primer escritorio e hice una de las cosas que mejor me salen: poner cara de pelotuda y hacer que la situación parezca mas boluda que ofensiva. Después de escucharme tomo aire, lo contuvo y bufo; estiro los brazos en el escritorio, hizo para atrás su silla como para levantarse y nos alzó su mirada mas asesina. Se descompone o nos pega, pensé. Esa misma cara puse yo, le dije, pero la verdad vinimos porque ya no sabemos a donde ir o a quien mas preguntarle para que nos señalen los museos en el mapa, por favor, aunque sea decinos donde encontrar una oficina de turismo que si lo haga. Dijo esperen un momento y se fue. Los mire asesina yo a los chicos, pero me tente en el medio. Llego otra mujer, mucho mas flaca, joven y arreglada y nos dijo (lo obvio) que ahí no estaban para atender al turista sino para ocuparse de la nación, pero muy amablemente nos indico donde si. Dimos las gracias y nos fuimos, poniendo toda nuestra fuerza de voluntad al servicio de contener la risa. Nos devolvieron los pasaportes y mientras estábamos esperando el ascensor se acercó (a escondidas de su jefa) la señora del primer escritorio y nos regalo un mapa de bolivia excusándose por no tener uno de la paz. Nos morimos de amor.
Hasta no conocer a evo no paramos, dijo pum y le conteste que ya que en ese edificio estaba también el ministerio de desarrollo energético podíamos ir a pedir que nos hicieran un descuentito con ell gas, que bien caro nos lo cobran conforme la decisión de exportar el nuestro y comprarle a bolivia para consumo interno. Los pos eran kirchneristas y me cagaron a pedos por mi afirmación con el cuento de que argentina y bolivia eran socios en el gasoducto inaugurado hace unos anos, que era el mas grande de américa del sur y que tenia planes de abastecer de gas a toda la región. Bla, bla, les dije, desde que lo inaugurado que no deja de aumentar el gas en argentina.
Decidí no tomar ni los antibióticos ni los analgésicos que me habían recetado en la salita, porque ya tenía las vacunas, porque me había desinfectado desde el primer momento y porque el raspaje no había dejado nada. Volvimos al hostel para por fin descansar de semejante día con un rica merienda de chocolate y mate, viendo capítulos de evangelion que eran la pasión de pumba y un poco la mía también. Se cagaban de risa con el cuento de que me parecía a misato katzuragui y yo aprovechaba para gritar con todas mis fuerzas: LANZAMIENTO!!!!!

martes, 17 de julio de 2012

HACIENDO LA PAZ


HACIENDO LA PAZ
Llegamos a la Paz muy temprano por la mañana, pero aún dormidos, flojitos y cargados con las mochilas como estábamos, pudimos enamorarnos de ella. Algunos dicen que está a 4700 y otros a 4200 msnm, en cualquier caso los 4000 son ciertos. Está rodeada de montañas, áridas, altiplanenses y hay barrios sobre los cerros que la cercan. En el medio abajo está la plaza de armas, museos y centro histórico, reina la colorinche arquitectura colonial; hacia arriba las casitas se van tornando color ladrillo o barro, del mismo que las montañas, es bellísima por donde se la mire. A esa hora las nubes estaban bajas todavía y uno ve la parte céntrica baja, las nubes en el medio y la periferia hacia arriba sin nubes. Única, maravillosa. Se suman las miles de banderas huipalas con el hermoso significado de sus colores que surgen del rayo solar al descomponerse (rojo por el planeta y expresión del hombre andino y su desarrollo intelectual, su filosofía cósmica; naranja por  la sociedad y la cultura y procreación de la especie humana; amarillo por  la energía y fuerza; blanco es del tiempo y a la dialéctica, el desarrollo y la transformación permanente  de la ciencia y la tecnología, el arte; verde dela economía y la producción símbolo de las riquezas naturales; azul por lo cósmico al infinito; y violeta es la expresión del poder comunitario y armónico de los andes).
Hay cholas con sus ropas y costumbres tradicionales, los cholos y los niños de los mismos por todos lados. El resto de las personas aportan una estética entre chola y vestimenta no occidental muy rara y única a la vista. Hay también miles de mochileros, que llamamos la atención por la altura, la ropa y los colores de pelo y piel. En todo momento es obvio que uno no está en su lugar. En todos lados se consigue yerba y a mejor precio que en argentina. Hay muy pocos coelctivos urbanos grandes, los más son busetitas o utilitarios tipo partner que el dueño decide explotar. Los taxis son chiquitos, viejos y automáticos. Sí, en Bolivia la mayoría de los carros son automáticos, baratísimo y super destartalados por la geografía en la que los usan y su austeridad extrema que los lleva a cargarlos a tope para aprovechar todo el espacio.
No es solo que la ciudad sea preciosa, si no el impacto cultural; de todos los lugares a los que yo he viajado Bolivia fue el único verdaderamente diferente.  Todo el tiempo es todo diferente a la vista y es duro aprender a hablarles y manejarse con ellos.  Son muy testarudos y de pocas palabras, te quieren o no y que les caigas bien no significa que quieran hablarte o sonreírte. Hay como cuatro mercados y el principal está sobre la plaza de armas, casi sobre la catedral, elevado por puentes. Tiene como cuatro niveles. Glorioso y triunfal sobre toda la arquitectura colonial que pretendió occidentalizar Bolivia. Los bolivianos casi no fuman y se sospecha que tampoco creen mucho en dios cristiano. Sí los vimos en iglesias por supuesto, pero como haciendo una obligación, con la boca torcida o como si nadie tuviese que darse cuenta. También les preguntamos, claro, pero nos dijeron que si y nos empezaron a estudiar con la mirada desconfiada.
A la comida salada le falta sal y a los postres azúcar (supongo que eso contribuía a que no pudiera llenarme), en todos lados hay jugos naturales riquísimos, sanísimos y baratísimos. A mi se me ocurrió probar uno tradicional de cerveza a temperatura ambiente, cereales, huevo y todas cosas nutritivas y fue la peor elección que pude hacer. En todos los mercados se puede comer menus (sopa, carne/pollo con fideos/arroz y ensalada y algún juguito o té) baratísimos también. Caminando por la calle se escuchan quechuas, aimaras y miles de otros idiomas, aunque en la paz hay mayoría aymara. No faltan las cholas que te hablan en su idioma con sonrisa irónica, felices de ejercer su poder matriarcal sobre nosotros los invasores.
Toda la ciudad está llena de murales bellísimos sobre emancipación, integración y libertad. Todos salvo la gente que atiende los hostels nos trataron de maravilla, a su manera, claro, con sacabocados cada palabra. El primer problema que tuvimos en la Pax fue en el hostel en el que nos hospedamos en una habitación para los tres a un precio especial para nosotros y con la promesa de que si surgía algo más económico nos cambiaban igual que si aparecía alguien que pudiera pagar más. La idiota que resultó ser la dueña, Pancracia, no cumplió su palabra y nos cambió a una peor manteniendo el precio. Yo me enojé, Monk también, reclamamos al estilo argentino y Pancracia, calladita y cabizbaja al estilo boliviano, nos echó. Más la puteamos para espectáculo de unos gallegos que miraban divertidísimos y un irlandés super sensible y tierno que nos quería convencer con la mirada de que no nos enojáramos más.
Al día siguiente volvimos a recorrer todos los hostels buscando alguno económico con cocina y nos divertimos muchísimo cada vez que me preguntaban de cuál de los dos era pareja, por si quería compartir cama para abaratar. Mon siempre quería decir que los tres, yo que adivinaran y Pum nunca supimos donde tenía la cabeza cuando pasaban esas cosas. Lo único cierto es que andábamos para todos lados los tres y decíamos con orgullo y para molestar (aunque nadie se horrorizaba demasiado) tenemos una reputación que mantener. 

Uyunis hermosos, petelikers gou joum



De Villazón tomamos el legendario tren a Uyuni corriendo en medio de una lluvia torrencial que duró más de tres horas, porque no sabíamos la diferencia horaria y creíamos perderlo. En la hora (de diferencia horaria que hay entre Argentina y Bolivia) que tuvimos de espera, totalmente aburridos y mojados en la terminal de trenes, todos juramos y perjuramos haber aprendido la lección y nunca más entrar a un país sin averiguarlo. En mi caso debo reconocer  que no aprendí nada y que pasé varias veces por el mismo problema.
El tren económico que nos tomamos fue mucho más incómodo de lo que esperábamos y hasta a mi, que siempre duermo de terminal a terminal me fue imposible.  En las 14 hs que pasamos en esos asientos rectos, duros e imposibles de reclinar, con poquitísimo espacio para los pies, además de cuidar nuestras pertenencias nos dedicamos a jugar con los gorros que nos habíamos comprado y a comer la interminable ensalada con la verdura que monk había comprado y que yo había creído que no alcanzaría ni para una sola comida, pero duró como seis. Cada vez que entró a un país me maravillo por su cultura, todo me parece lo más curioso y me dedico a investigar y a hacer mil preguntas sobre todo lo que se ocurre como si estuviera en trance de satisfacción, pero ninguna comida me llena. Es un problema de ansiedad y supongo que entre otras cosas expresa la inseguridad de estar en OTRO lado y todas las incertidumbres, que por más que nos encanten y las elijamos, para el psiquismo no son gratis. Cuestión que viajaba con tres hombres y yo comía los dos platos de comida que me correspondían de lo que cocinábamos más las sobras de los tres y no lograba llenarme. Y eso que todavía había mate y yo todavía tenía mi tabaco argentino para armar.  Me moría de hambre todo el tiempo y comía hasta que se me terminaba la comida, pero sin quedarme tranquila. Y no engorda, decía mon. No, la ansiedad se consume todo, decía yo, me pasa siempre.
Uyuni como ciudad fue una mierda. Me hacía acordar a Tilcara. Había gente muy humilde, muy buena, que nos ayudó y nos asesoró en lo que necesitamos. En los mercados nos trataron espectacular y en las agencias de buses también y hasta empezaron a aparecer aymaras; pero había muchos extranjeros que habían puesto hostels y hablaban otros idiomas (todos gringos) y nos maltrataron. Muy mal educados e irrespetuosos y con precios desorbitantes, todo para gringos (nosotros dormimos en la terminal). Una mierda. Cerca de la plaza había un mural con una chola llevando en su guajo a un gringo con cara de boludo insolado y abajo decía: no olvides que la fuerza de Bolivia son sus mujeres. Fue raro, a mi al principio no me gustó, porque no quería que la chola cargara al gringo de mierda y sentía que se legitimaba la diversión del gringo sobre sus espaldas. Pero también significaba su pedido de respeto y eso de su cultura era lo tan distinto a mi que yo quería entender. Y me gustó porque también podía significar que el gringo boludo no podía caminar solo y necesitaba que la chola lo lleve.
Hasta Uyuni yo nunca había odiado tanto a los gringos; pero me horroricé. Despreciaban todo, se quejaban y burlaban a los gritos. Para qué van y por qué no se vuelven si no les gusta? Me hizo sentir muy mal como ser humano que hubiera (tanta) gente que va un lugar porque es barato y se queda para poder hacerse el señor y despreciar y humillar, esa es para mi la miseria humana. Ojalá se mueran todos en diciembre de 2012. En menos de cinco minutos se me terminaron la tolerancia y las ganas de pensar que no todos son así y con el chaman (el señor pum a veces oficiaba de chaman) les empezamos a gritar “petelikers gou joum”. La verdad no me hizo sentir mejor y quedé bastante manija de sacarme toda la bronca.
La mayoría de los bolivianos con los que hablábamos acababan de ser maltratados por un gringo de mierda (repito universo, deseo que se mueran todos los que se creen que pueden maltratar a alguien o creen que son mejor que cualquiera otra persona en el 2012). En la primera frase eran cortantes, pero al ver que los tratábamos con amabilidad, respeto y sobre todo interés por su cultura nos respondían de la misma manera. Esta actitud también entra en lo que yo llamo la Resistencia Boliviana, porque éran capaces de resistir la marginación que les imponían los greengos de mierda en su propio territorio, darse cuenta de que nosotros éramos diferentes y hacer la diferencia. Yo los amaba, a todos, en todo instante. Cada tanto aparecía algunito que nos hablaba o miraba feo, pero ante semejante despliegue de poder, dinero y humillación, yo no pude enojarme (hasta hablaban a los gritos en inglés o hebreo para burlarse los hijos de puta).
No fuimos al salar de Uyuni porque estaba inundado (y porque la mala vibra ganó las discusiones) y fue lo más gracioso de todo el asunto. Lo que sí hicimos fue conseguir un mapa, que ortivamente como no puede ser de otra manera para  uno de los íconos de la división de la tierra, nos auguró separación. Los pos se íban a la Paz y oki a potosí. Potosí era lo que yo más quería conocer de Bolivia, pero ya sabía lo que iba a pasar si empezaba por ahí, iba a querer seguir haciendo sólo lo que quería y me iba a perder las ciudades. Me acordé de bsas, de lima, de Bogotá, y me pareció que lo mejor para mí sería conocer la capital con los capitalinos, acostumbrados a moverse en la vorágine.
Nos despedimos de oki con mucha emoción y la promesa de encontrarnos en 15 días en santa cruz para un supuesto festival de música barroca que me había dicho un imbécil que había. Yo había visto fotos de gente disfrazada y nos habíamos imaginado a todos desfilando disfrazados de barrocos por la calle y oki el trip de su vida. La desilusionante verdad de lo que pasó fue que se trataba de un evento religioso, puertas de la iglesia para adentro, con entradas carísimas y oki ni siquiera fue. Asique esa fue la ultima vez que lo vi al Cordobazo culeao, saludando desde arriba del bondi (lapsus marplatense). Como si no hubiéramos estado lo suficiente maravillados con los locales de Uyuni, la gente del bus le preguntó a oki si viajaba solo y le dijo que llegaba a las 6 am, que como era peligroso podía quedarse y dormir en el bus. Monk, pum y yo sonreímos embelesados y supongo que con la boca abierta y bastante cara de pelotudos.
Nosotros no tuvimos tanta suerte, nada de suerte- nuestro bus estaba lleno de gringos, yunkies, israelís, italianos e ingleses; uno más facho e irrespetuoso que el otro. Los pos como todos los novios del mundo se sentaron juntos para no separarse nunca de los jamases y a mi me tocó como siempre con alguien más ancho que yo (es una especie de karma que he descubierto que tengo). Mi compañera “judía, la oveja obesa” así la bauticé, porque era gorda y tenía rulitos chiquititos en el pelo y por lo que me dijo. Me pidió disculpas y me confesó que como judía e israelí se sentía avergonzada por sus compatriotas. Yo le dije que no se preocupara, que ya sabemos que no hay que generalizar y que el que lo hace no vale la pena. Ella viajaba con su novia que iba en el asiento de atrás y se hacían caricias. Yo quise cambiarle hasta que ví al cholo gigantísimo que le tocó a la novia de judía la oveja obesa y desistí.
Ese también fue el peor viaje de mi vida. Me bajaba la presión a cada rato, tenía el estómago revuelto y entraba polvo sin cesar por los miles de agujeros que tenían las paredes. De las 19 hs que hay entre Uyuni y La Paz, las 6 primeras son sobre camino de ripio y todo el tiempo en subida, bajada, curva y re curva entre las montañas; una belleza insufrible. Aunque el bus sea de primer nivel, que no era el caso, uno se va cayendo del asiento con tanto ajetreo. Es horrible.  Pararon el bus para que pudiéramos hacer pis en un comedor y me bajó la presión 4 o 5 veces; fuerte, la última mientras hacía pis a oscuras sola. Fue espantoso, pero por suerte apareció mi chamán salvador a buscarme porque el bus arrancaba, me compró un dulce y pagó el baño que no sabía que había que pagar.
Si algo amo de cuando me baja la presión o vomito es que cuando se me pasa, se me pasa del todo, y después de eso dormí de un tirón hasta la terminal. Escuchando música hasta que le duró al batería al mp3, profundo, pesado, con mis sueños placenteros de siempre y con una sonrisa de mueca dijeron los chicos, camino a la paz.